jueves, 8 de mayo de 2008

San Lorenzo hizo la hazaña en el Monumental.

Con dos hombres menos por las expulsiones de Rivero y Bottinelli, sacó adelante un partido increíble ante River. Perdía 2 a 0 y se quedaba afuera de la Libertadores, pero lo empató con goles de Bergessio y así dio el gran golpe ante un rival que no tuvo respuestas anímicas ni futbolísticas. Los de Boedo se cruzarán en cuartos de final con la Liga de Quito.
Nervios y más nervios abundaron en la previa a esta revancha por los octavos de final. La derrota en el Superclásico había dejado a River más necesitado que a San Lorenzo. Es que si bien el gran objetivo que se trazó el equipo de Ramón Díaz en el inicio del semestre fue levantar la Copa Libertadores, el clima en Núñez cambió bruscamente en la última semana tras las caídas en el Nuevo Gasómetro y en la Bombonera, y el ciclo Simeone tuvo que superar las primeras piedras en un camino que, hasta ahí, venía despejado.
Simeone decidió cambiar el planteo que tan mal resultado le dio en la Bombonera y dispuso un 4-4-2 más clásico. Así, dejó afuera a Ortega, Alexis Sánchez y Rosales, y respecto al partido en el Nuevo Gasómetro mandó a la cancha a Buonanotte por Archubi. Por el lado del Ciclón, la cosa venía más tranquila porque más allá de que la victoria en la ida ya le daba cierto aire, la reacción en La Plata, frente a Gimnasia, que le permitó alcanzar a River y a Estudiantes en la punta del Clausura, significó el envión final para llegar de la mejor manera a la revancha. El panorama lucía más claro para Ramón Díaz, quien metió una sola variante en relación al primer chico: Bottinelli por Aguirre.
Y San Lorenzo arrancó mejor. Porque D'Alessandro se adueñó de la pelota y llevó a su equipo bien arriba y obligó a River a tener que acurrucarse cerca de Carrizo. Justamente el Cabezón fue el que tuvo la primera clara del partido, a los 7', cuando a la salida de un córner sacó un remate muy potente a media altura que el arquero millonario logró rechazar. Hasta ahí todo se estaba dando como lo había imaginado Ramón.
Enseguida llegó la primera polémica. Abreu se la bajó en el área a Falcao, quien la aguantó de espaldas y se la devolvió de taco. El uruguayo definió y salió a gritar el 1-0. Pero Pezzotta, a instancias de su asistente, se lo anuló por una inexistente posición adelantada. El clima era tenso, tanto afuera como adentro de la cancha. El trato entre los jugadores, una vez más, no era el mejor.
La presencia de Abreu no sólo le daba a River una variante valiosa a la hora de la pelota parada, sino también mucha más libertad a Falcao. El uruguayo arrastraba marcas y le evitaba al Tigre tener que hacer el trabajo sucio que tanto brillo le quita a su juego. Y a los 11' Abelairas fue el que tomó nota de los problemas que tenía San Lorenzo para despejar los envíos cruzados y se la puso con su guante izquierdo. La pelota sorprendió al colombiano, quien sin llegar a tocarla, desconcertó a Orión para establecer el 1-0.
Se puede decir que San Lorenzo sufrió mucho en el primer tiempo con el juego áereo, que D'Alessandro tuvo poca compañía para generar fútbol y que cada vez que Buonanotte puso la pelota bajo la suela no encontró el camino para recuperarla. Pero no se le puede objetar falta de actitud. Eso le sobró, peleó y mordió en todos los sectores. River también luchó y supo cuando frenar y pensó un poco más. Cierto es que el Ciclón tuvo chances para empatarlo, tan cierto como que la infantil actitud de Rivero de hacerse echar (doble amarilla) le terminó complicando todavía más las cosas.
Cuando Bottinelli le aplicó el criminal codazo a Falcao que le valió la expulsión y un penal que Abreu cambió por el segundo gol, la historia aparecía negra para San Lorenzo. 2-0 abajo, con dos menos, destruido anímicamente, con D'Alessandro más preocupado por copar la parada que en jugar, nadie daba dos pesos por el Ciclón. Lo cierto es que con un gol, el equipo de Ramón se ganaba la lotería de los penales.
Pezzotta, quien tuvo un arbitraje desastroso, se apiadó de Silvera y de más de un jugador de San Lorenzo, que intentó hacer justicia por mano propia. Y en medio de la confusión que generaban Adrián González con su polenta, Silvera con su amor propio y un D'Alessandro (se ganó los insultos de la hinchada de River) intratable en todo sentido, se abrió un hueco en la defensa de River y Bergessio clavó el 2-1. Lejos de quedarse con la posibilidad de definir desde los doce pasos, San Lorenzo no se conformó y quiso evitar tener que depender de la suerte. River estaba golpeado y de repente pasó de dominador a dominado. Un boxeador groggy parecía y el Ciclón fue en busca del golpe del nocaut. Y lo encontró, increíblemente, de pelota parada. Bergessio anticipó a Villagra en un córner, Falcao se quedó quieto en el primer palo, y Carrizo nada pudo hacer ante el cabezazo de Lavandina. Hazaña, milagro, cualquier adjetivo que se le intente poner le queda chico a lo que lograron estos nueve héroes en la cancha y a los valientes que, desde la tribuna, no dejaron de alentar ni siquiera en el peor momento.
River fue como pudo en busca de dos goles (el 3-2 no le alcanzaba) pero dio la sensación de que la pelota no iba a entrar en el arco de Orión ni que el partido durara dos siglos más. Tristeza, bronca, desazón y más sentimientos de un lado. Emoción, locura y alegría del otro lado terminaron poniéndole la pincelada final a un partido que será imposible de olvidar para el hincha de San Lorenzo, más allá de cual termine siendo su fortuna en este sueño llamado Copa Libertadores. Ahora, viene Liga y la altura de Quito, pero hoy quedó demostrado que a este equipo le sobra plantel y hambre de gloria.

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